Creando con Story Cubes (2ª parte)

Hacía tiempo que no actualizábamos nuestro blog. Nos ha costado más de lo esperado pero finalmente ya tenemos el segundo capítulo de la historia que empezamos unos meses atrás. Hemos utilizado el mismo procedimiento que en la anterior ocasión. Sirviéndonos de los dados Story Cubes, hemos involucrado a todo el grupo en la creación del relato. La dinámica es la siguiente, en primer lugar se tiran todos los dados y posteriormente, uno por uno van eligiendo un dado y contando una historia, de forma que cada persona continúa el relato en el punto en el que la dejó la anterior.


Capítulo 2: el viaje

Al subir a la nave, mis compañeros y yo empezamos a investigar el interior. Parecía más grande por dentro que por fuera. La nave tenía un pasillo que conectaba todas las habitaciones con la sala de control de mando. Me recordaba al halcón milenario de Star Wars pero más psicodélico, tenía neones de colores muy llamativos. Mientras caminaba por el interior, nuestro perro, al que bautizamos como Espartacus, se detuvo delante de una puerta y empezó a olfatear muy atentamente y a ladrar de forma nerviosa. Entre todos empujamos la puerta hasta conseguir abrirla, era muy pesada. La habitación estaba oscura pero según íbamos entrando se iluminaba a cada paso. Nos topamos con unas cápsulas que contenían una especie de seres casi humanos que parecían estar dormidos. De pronto, sin saber muy cómo, las capsulas empezaron a abrirse. Las siete al mismo tiempo. Nunca se lo dije a mis compañeros pero, en ese momento, estaba cagado de miedo. El corazón me latía a mil por hora. Se hizo un silencio terrorífico, no sabíamos muy bien lo que iba a ocurrir. Por si acaso, salimos de allí sin mirar atrás y cerramos la puerta como pudimos. Volvimos a la sala de control de mando para decidir qué hacer. 

Lo primero que se nos ocurrió fue buscar algo de comer. En uno de los armarios metálicos encontramos algo parecido a unos sándwiches. Al tocarlos, notamos que estaban calientes. Abrimos el envoltorio y nos llegó un olor muy fuerte y penetrante a algas marinas. Cortamos un trozo con la mano para dárselo a Espartacus. Estaba tostado pero blando al mismo tiempo. Se lo comió sin problema pero decidimos esperar unos minutos para ver si estaba envenenado. Como seguía vivo y pedía más, decidimos probarlo nosotros. Tenía un sabor salado y picante. En ese momento, oímos un ruido detrás de nosotros y vimos como se abría una compuerta. De ella salió un enano con aspecto humano que empezó a gritar "¡¡Deprisa, deprisa, quitad el piloto automático y poned rumbo a Saturno, que estamos a punto de quedarnos sin combustible!!".

Como ninguno de nosotros sabía conducir naves, algo lógico era dejar que el enano tomara los mandos de la nave. Se sentó en una gran silla y empezó a tocar botones y palancas. La nave empezó a iluminarse y a temblar. Nos dijo que nos sentáramos y nos abrocháramos el arnés de seguridad. La nave temblaba cada vez más fuerte y hacía cada vez más ruido, parecía que iba a desmontarse. Pocos segundos después empezó a acelerar y una fuerza enorme nos pegó al asiento. Salimos de la tierra a mil kilómetros por hora. 

Nada más salir al espacio exterior se hizo la oscuridad, salpicada por algunas pequeñas luces a lo lejos que nosotros creíamos que podían ser estrellas. Ibamos cogiendo cada vez más velocidad y nos pusimos muy nerviosos, Espartacus incluso vomitó. El enano nos dio unas pastillas que dijo que nos ayudarían a descansar durante el viaje. Caímos todos en un sueño muy profundo que no sabemos ciertamente cuanto duró. Despertamos sobresaltados al cruzar la atmósfera de Saturno y un poco mareados por el efecto de las pastillas.

La nave se iba acercando rápidamente hacia unas pistas de aterrizaje. Allí había un hombrecillo con unas banderas que nos indicaba donde aterrizar. Por las ventanas de la nave podíamos ver una tierra casi desértica con una mezcla de colores entre amarillo, rojo y violeta. Era un terreno rocoso con una niebla muy baja. El hombrecillo nos hacía unos gestos para que bajáramos de la nave. Su piel era de color verde. Tenía dos orejas puntiagudas encima de la cabeza y un morro parecido al de los gatos, en vez de boca y nariz. Pudimos ver que tenía seis dedos en cada mano y las uñas muy largas. Vestía un chaleco dorado y un pantalón ancho oscuro. El enano que conducía nos dijo que nos quitáramos los arneses y que le siguiéramos, pero sobretodo, lo más importante era que no habláramos con nadie. Nos pusimos unas mascarillas para respirar oxígeno y bajamos por una rampa hacia el suelo. El saturniano nos dio unos documentos que teníamos que rellenar para poder entrar legalmente en su planeta. Luego nos enteramos que era un inspector de aduanas galácticas.

El enano hacía de traductor. Nos dijo que había vivido en Saturno mucho tiempo. Según nos dijo, sufrió un accidente en un viaje intergaláctico con su familia y se perdió por el espacio. Lo encontró una familia saturniana, que se encargó de alimentarle y educarle. Sabía varios idiomas galácticos, entre ellos el de Saturno, el de Marte, el de la Tierra, el de Júpiter y algunos dialectos lunares. El enano nos dijo que se llamaba Kram.

Kram nos propuso ir a comer algo. Como teníamos hambre y no sabíamos muy bien que hacer, le seguimos. Llegamos a una casa con un neón muy grande en la fachada, tenía la forma de una pelota de rugby y unas letras que no entendimos. Parecía un bar de deportes. Se abrió una gran puerta rectangular y entramos todos juntos. Kram iba primero. Nos informó que podíamos quitarnos las mascarillas si nos poníamos unos guantes de alta tecnología marciana que vendían en unas maquinas expendedoras de la entrada. No teníamos dinero de Saturno, por suerte, nuestro nuevo amigo, el enano, guardaba algunos créditos en su tarjeta de identificación. Había cobrado hace poco. Los guantes para nosotros tres le costaron unos 30 créditos en total. Tras ponérnoslos, se abrió otra puerta que nos llevaba al restaurante.

Entramos en una sala muy grande con techos muy altos y multitud de luces. Había muchos sillones y mesas repartidos por todo el lugar. En ellos se sentaban toda clase de seres de diferentes tamaños y formas. Según nos dijo Kram, eran de diferentes partes de Saturno y de algunos asteroides cercanos. Se nos acercó un camarero y nos preguntó donde queríamos sentarnos. Nos sorprendió poder entenderle. Al parecer, los guantes nos permitían también entender el idioma de la zona y hablarlo con fluidez. El camarero era alto y tenía dos orejas puntiagudas. Tenía cuatro brazos, muy largos y delgados. La piel era blanca y sin ninguna arruga. Hablaba muy rápido. Nos sentó en una mesa redonda y nos recomendó pedir para comer corazón frito de caballo bicéfalo de Saturno. Era la especialidad del sitio.

No tardó mucho en llegar lo que habíamos pedido. El corazón frito pesaba unos diez kilos. Lo puso en el centro de la mesa, le roció un licor y le prendió fuego. Salió una llamarada que casi llega hasta el techo. Cuando se enfrió un poco, empezamos a trocearlo. Tenía un sabor cercano a la salchicha murciana. 

Estábamos aún comiendo cuando el camarero nos preguntó si íbamos a dejar algo de propina. Le dijimos que lo pensaríamos porque no sabíamos cuanto nos costaría la cena. Sin darnos cuenta, por nuestra espalda aparecieron dos individuos extraños, armados con pistolas laser, que nos pidieron que les enseñáramos nuestra documentación. Se identificaron como policías galácticos secretos. Estaban investigando el robo de una gran suma de dinero que había desaparecido de la caja fuerte de restaurante algunos días atrás. Al parecer, coincidíamos con la descripción física de los sospechosos. Les explicamos de dónde veníamos y les enseñamos nuestras identificaciones, pero no terminaban de creérselo.

Los policías se alejaron un poco para llamar a sus jefes por un intercomunicador. Aunque hablaban muy bajo pudimos oír algo de la conversación. "Tenemos a unos terrícolas que concuerdan con la descripción pero ellos dicen que no han cometido ningún delito. Además, la documentación que llevan es totalmente legal, han llegado hoy mismo en una nave VT-315 y han aparcado en el hangar 108. ¿Es necesario que les llevemos a comisaría para interrogarles más a fondo?". Al escuchar eso nos pusimos muy nerviosos y nos levantamos precipitadamente de la mesa, tirando vasos y platos. Los policías sacaron sus pistolas láser de las fundas y se acercaron con rapidez para ver qué pasaba. "¡¡¡Quietos!!! Os vais a venir con nosotros, esto no está nada claro". Amalia, sin pensárselo dos veces, empujó a uno de ellos que, provocando un efecto dominó, consiguió que los dos acabaran por el suelo.

Salimos a la calle a todo correr y Kram nos propuso robar un aerodeslizador para escapar de allí y dar esquinazo a los policías. Tuvimos suerte, había uno aparcado a pocos metros de la puerta. Forzamos la cerradura y le hicimos un puente. Arrancamos y cogimos mucha velocidad en pocos segundos. Mientras Kram conducía, nosotros inspeccionamos el vehículo. Allí había de todo, armas, bengalas, material sanitario, explosivos, pero lo que más nos llamo la atención fue una caja cúbica color verde fosforito. El objeto desprendía un brillo especial. Entre todos decidimos abrirla, lo cual no fue muy difícil. El brillo era cegador. Lo que ahí encontramos fue una sustancia viscosa que cambiaba de color. Cerramos la caja y decidimos no tocarla hasta hablar con Kram.

Después de despistar a la policía, nos paramos detrás un edificio muy grande que parecía ser un banco. No pasaba nadie por la calle a esa hora. Kram dejó el volante y bajó del aerodeslizador para examinar la caja con más tranquilidad. La abrió con sumo cuidado delante de nosotros. Se quedó parado unos segundos, su cara estaba iluminada y reflejaba una gran sorpresa. "No es la primera vez que veo una cosa de estas", dijo. "Habéis hecho bien en no tocarla, es un material que da un poder sobrenatural a la persona que lo toca, es muy peligroso si cae en las manos equivocadas". Nadie terminaba de creer lo que contaba el enano. Kram, enfadado, dijo "¿Queréis pruebas? Seguidme y veréis de lo que es capaz". Metió las dos manos en el denso líquido, iluminándose de color verde fosforito. Las sacó despacio y empezó a concentrarse. Estiró el brazo apuntando hacia el aerodeslizador y lo movió ligeramente hacia arriba. El aerodeslizador empezó a separarse del suelo. Lo consiguió mover unos 10 metros aproximadamente. Bajó el brazo y consiguió que se posara sin hacerle un solo arañazo. "¿Queréis mas pruebas?" dijo. "Echadle un vistazo a este truco". Levantó el brazo de nuevo, cerró el puño y, sin saber muy bien como, este se convirtió en un martillo. Golpeó fuertemente una de las rocas que había cerca y la hizo añicos. El suelo retumbó provocandose una gran grieta.

A lo lejos, se empezó a oír un ruido cada vez más fuerte que se acercaba rápidamente. Eran sirenas de la policía aérea. Alguien había tenido que informar de nuestra posición. Sin darnos tiempo a reaccionar, se colocó frente a nosotros una nave de la que empezaron a deslizarse por una cuerda varios individuos armados.

Continuará.........

En la creación de este relato han colaborado Pedro Antonio, Victor, Jose Antonio, Rafa, Amalia, Emilio, Raquel, María Luisa, Toni, Vicente y Salva.




Comentarios

Entradas populares