Creando con Story Cubes (4ª parte)

Ha costado más de los esperado pero, por fin, podemos presentaros el último capítulo de nuestras aventuras galácticas. Esperamos que lo disfrutéis.


Capítulo 4: Mutantes

Dejamos atrás el complejo deportivo y seguimos caminando con la idea de encontrar algo de comer. El ambiente era triste. El cielo tenía un color gris oscuro y apenas había luz, parecía que estaba atardeciendo. Los edificios a nuestro alrededor estaban apagados. Todo era muy sombrío. Mientras caminábamos entre los edificios, notamos como de un callejón a nuestra izquierda salía una brisa cálida. Nos llamó la atención y decidimos entrar a ver de qué se trataba. A los pocos pasos, nos encontramos con una boca de alcantarilla de la que salía una luz naranja. El calor se hacía más fuerte cuanto más nos acercábamos.

Notamos una fuerte sacudida que movió el suelo. Al instante, la tapa de la alcantarilla salió despedida por los aires como si no pesara nada. Durante unos segundos nos quedamos parados sin saber lo que estaba ocurriendo. Poco a poco volvimos a la calma y nos acercamos a inspeccionar el cráter que había provocado la violenta explosión. De él salía mucho humo y un fuerte olor muy desagradable. Era muy profundo y oscuro y apenas se veía lo que había al final. Todo apuntaba a una concentración de gases o un cortocircuito.

Cada vez había menos luz y se hacía necesario encontrar un sitio donde pasar la noche. Nos sorprendió ver, a lo lejos, un foco parpadeando con una secuencia muy significativa. Tres señales cortas, tres largas y tres cortas. Lo que, en código morse internacional significa SOS. Venía de una de las últimas plantas de los edificios centrales. No se podía ver si había algún tipo de vida humana o extraterrestre manejando el foco. La oscuridad era casi total, permitiéndonos ver un cielo plagado de estrellas y planetas. Los colores eran muy vivos y variados y, de vez en cuando, se podía ver una estrella fugaz recorriendo el cielo. Poco a poco, algunas farolas del complejo se empezaron a iluminar.

De una de las esquinas de la calle salieron varias ratas corriendo. Spartacus, nuestro perro, fue el primero en detectarlas. Eran muy grandes, del tamaño de una pelota de baloncesto. Las empezó a perseguir y su agudo olfato le llevó a cazar una enseguida. Esto nos dio la idea de que podríamos comérnoslas nosotros también. Estábamos desesperados y muy hambrientos, así que utilizamos nuestras armas para salir de caza. Rachid le dio a dos, Amalia a otras dos y yo a tres. Ahora la cuestión era cocinarlas.

Entre los escombros que había provocado la explosión, encontramos unos alambres que nos podrían ayudar a hacer una pequeña barbacoa. Pudimos recoger algo que parecía madera y que creímos que podría arder. Tras quitarle la piel, como si fueran unas sardinas en espeto, ensartamos las ratas en los alambres y las pusimos cerca del fuego que habíamos creado. Cuando la piel estaba dorada las sacamos y, tras esperar unos segundos a que se enfriaran, nos dispusimos a hincarles el diente. Sorprendentemente, el sabor no era malo, pero le faltaba algo de sal.

La hoguera se estaba apagando y empezamos a oír unos ruidos muy raros alrededor nuestro. Apenas quedaba algo de luz y el miedo se apoderó de nosotros. Spartacus ladraba en todas las direcciones, estaba muy nervioso. A nuestra espalda, el foco seguía parpadeando rítmicamente. Tres señales cortas, tres largas y tres cortas. Pensamos en ir a ver de qué se trataba y, quizá, encontrar a alguien con vida. Sin dejar de apuntar en todas las direcciones, empezamos a caminar en dirección al edificio central.

En la fachada principal nos encontramos con una gran puerta blindada que tenía en el lateral izquierdo un teclado y una pantalla. Se nos ocurrió empezar a probar combinaciones para intentar abrir la puerta. "447701" CLAVE INCORRECTA, decía un mensaje en rojo que iluminaba todo el panel.

- "Hay que seguir intentándolo, prueba con 543210" dijo Rachid

De nuevo, CLAVE INCORRECTA. Amalia estaba pensando y dijo

- "¿Recordáis la estatua que vimos en la entrada? ¿os acordáis de lo que ponía en la placa?"

- "Algo de unos españoles que descubrieron Saturno, creo" dije

- "¿Qué fecha ponía? ¿Te acuerdas?"

- "Ostras, el 7 de mayo de 2016"

- "Pues ahí está la clave, 752016" dijo Amalia

Pulsé los números y el panel se iluminó de color verde, apareciendo unas letras que decían ACCESO CONCEDIDO. Se oyó el ruido de la cerradura abriéndose. Empujamos la puerta hacia dentro y entramos en el corazón de la central. Dimos unos pasos y pudimos ver que en el suelo había dibujado un gran emblema de las Fuerzas Armadas.

Entramos dando pequeños pasos. el recibidor era grande y muy amplio, iluminado por pequeñas luces rojas de seguridad. El techo era alto. Se podían ver enorme tubos y colectores que atravesaban toda la nave. El aspecto era tétrico y lúgubre, parecía llevar abandonado muchos años. Justo delante de nosotros había una gran computadora que parecía ser utilizada para el control del funcionamiento de la central nuclear. En el lado este de la estancia había una escalera de caracol que permitía acceder a un piso superior. Por toda la nave podíamos encontrar multitud de mesas, sillas, ordenadores y mobiliario de oficina. En el lado oeste de la nave se podían observar varias compuertas que daban acceso a otras estancias. Junto a una de las puertas, pudimos ver una luz verde parpadeando que nos llamó la atención. En una de las vitrinas donde se exponían diversos minerales encontrados en Saturno, había una especie de roca verde de unos 15 o 20 centímetros que emitía una luz muy intensa.

- "Que bonito" dijo Rachid, "me la llevaré de recuerdo"

Rachid se acercó a la vitrina e intentó abrir la cerradura, pero al forzar la manivela que había se activó una alarma. "¡SE HA VULNERADO EL PROTOCOLO DE SEGURIDAD! PROCEDEMOS A INUNDAR LA ESTANCIA". De unas compuertas del techo empezó a salir una gran cantidad de agua a gran velocidad.

- "¡Deja eso y corre, que de esta no salimos vivos!" grité

Corrimos en dirección a las escaleras, pero el agua ya nos llegaba por la cintura. Nadando como pudimos, llegamos a las escaleras de caracol del lado este y subimos a toda prisa.

La primera planta era totalmente diferente a lo que habíamos visto en el recibidor. La estancia seguía siendo amplia, pero en ésta las paredes eran metálicas. En el centro de la sala se podían ver una serie de grandes contenedores de cristal próximos entre sí. Parecían estar blindados. Nos acercamos con cautela a inspeccionar. Desde fuera observamos estanterías metálicas con cajas y frascos. Había también algunos barriles con símbolos de radioactividad. Nos acercamos a una de las puertas blindadas y pudimos leer una placa de advertencia que decía "PELIGRO DE MUERTE. NO ENTRAR SIN EL CORRESPONDIENTE MATERIAL DE SEGURIDAD. SUSTANCIAS ALTAMENTE TÓXICAS Y RADIOACTIVAS". Junto a uno de los contenedores había un armario metálico medio abierto. Dentro de él, encontramos una serie de trajes anti-radiación. Eran de color amarillo y se componían de botas, guantes, gafas de protección, una máscara que cubría toda la cabeza y un mono que parecía muy resistente.

En varias de las cajas que había repartidas por el laboratorio pudimos ver un símbolo impreso con forma de diana. Era de color rojo, negro y blanco. Ese símbolo también se podía ver en los trajes anti-radiación y en algunos de los ordenadores que estaban almacenados en los armarios. Los ordenadores eran de un tamaño medio, sobre unos 30x20 centímetros, y muy livianos. No tenían teclado, pero si una pantalla táctil como las de los teléfonos móviles. Eran de color naranja y en la parte trasera se podía ver el símbolo de la diana. Decidimos coger uno y enchufarlo.

En la parte superior había un botón de encendido. Tras pulsarlo, se iluminó la pantalla y apareció un escritorio con multitud de iconos y carpetas. Una de ellas tenía, nuevamente, el símbolo de la diana y una inscripción abajo que decía TITAN. Sin pensarlo dos veces, pulsamos en el icono. La pantalla se puso de color rojo y apareció el logo de la diana y el nombre TITAN en el centro. Un pequeño círculo que se iba rellenando indicaba el proceso de carga de la aplicación.

Tras esperar unos segundos, apareció ante nosotros la imagen del espacio exterior. Cientos y cientos de miles de estrellas, planetas y asteroides. Amalia decidió tocar la pantalla y utilizando las manos hizo zoom sobre diversas zonas, permitiéndonos ver de cerca todo el espacio. La aplicación TITAN era una especie de telescopio que daba información de todo cuanto allí había. Vimos multitud de asteroides surcando el espacio, algunos colisionando entre sí. Había planetas de todos los tamaños y colores. Algunas estrellas parpadeaban. TITAN nos daba información sobre la vida de todos los cuerpos celestes, de la existencia de agua y oxígeno, si eran habitables o no, si estaban habitados por civilizaciones avanzadas o alertaba de riesgos de colisión de asteroides con centros de vida humana. Así, pudimos ver como también había vida humana en planetas como Marte, Júpiter o incluso Plutón.

Guardamos el ordenador en la mochila pensando que podría servirnos de ayuda para comunicarnos con la Tierra en algún momento y continuamos inspeccionado el laboratorio. Se escuchó un fuerte ruido dentro de uno de los contenedores blindados más grandes. Éstos tenían apariencia metálica y no se podía ver su interior. Volvimos a escuchar otro fuerte ruido. Rachid dijo medio riéndose:

- "¿Los abrimos y entramos?"

-"Ni de coña, a saber lo que tienen ahí guardado" respondió Amalia

- "Yo me largo de aquí y creo que todos deberíamos hacer lo mismo, esto no pinta nada bien" comenté. "Es más, por si acaso, quitadle el seguro a vuestras armas"

Sin dejar de mirar hacia los contenedores, fuimos dando pasos hacia atrás hasta un ascensor. Se volvieron a escuchar fuertes ruidos cuando, de repente, la puerta de unos de los contenedores metálicos saltó por los aires con una gran potencia llegando a parar a nuestros pies. No se veía nada desde nuestra posición, pero se podían oír una serie de gruñidos y lamentos muy extraños que nos recordaban a lo escuchado al entrar en la central. De entre la oscuridad aparecieron unos seres mutantes. Uno de ellos tenía medio cuerpo deformado y se movía muy torpemente, su brazo derecho estaba especialmente musculado y desarrollado. Tanto que le pesaba al andar y lo arrastraba por el suelo. otro de ellos había empezado a desarrollar una especie de protuberancias en la espalda, algo parecido a unos brazos. Tenían diferentes formas y tamaños.

Amalia, muy asustada, corrió hacia el ascensor y apretó el botón varias veces de forma nerviosa. Mientras, Rachid y yo apuntamos con nuestras armas hacia los mutantes y empezamos a disparar. Íbamos dando pequeños pasos hacia atrás mientras disparábamos. Los mutantes se movían muy rápido y apenas daba tiempo a acertarles. De otro contenedor salieron más mutantes, a uno de ellos se le podía ver el cerebro, otro era un híbrido mitad perro mitad humano. Nos dimos cuenta que teníamos que escapar de allí como fuera. El ascensor llegó y Amalia gritó:

- "¡¡Rápido chicos, el ascensor está aquí!!"

Sin perder tiempo, eché a correr sin mirar atrás en dirección al ascensor y grité:

- "¡Déjalo ya y corre!"

Me deslicé por el suelo y entré en el ascensor golpeándome con la pared. Rachid seguía disparando algo rezagado Desde dentro continuamos disparando para curirle, pero, cuando quedaban unos metros para que entrara, uno de los mutantes que parecía estar muerto en el suelo, le agarró la pierna derecha. Yo salí del ascensor y cogí su brazo fuertemente, tratando de llevarle dentro, pero el mutante era demasiado fuerte y la puerta se había empezado a cerrar.

- "¡Daos prisa! No sé qué botón he pulsado y esto se va a cerrar" gritó Amalia

Rachid, desde el suelo, me dijo:

- "¡Salid de aquí! Yo me quedo a entretenerlos"

- "¡Pero qué dices! No te vamos a dejar aquí" respondí

- "¡En serio, joder, lárgate ya! Todo irá bien, amigo, tengo munición de sobra para estos hijos de mala madre"

Con lágrimas en los ojos subimos en el ascensor hasta la octava planta, la última del edificio. Al salir del ascensor escuchamos una fuerte explosión. Vi a Amalia muy afectada y la abracé

- "Tenemos que ser fuertes y conseguir salir de aquí como sea, esto es demasiado ya"

La última planta era la azotea. Había multitud de antenas y parabólicas, alguna que otra chimenea y varios conductos de ventilación. En una de las esquinas vimos el foco que emitía la señal luminosa de SOS que habíamos visto al llegar. Continuaba parpadeando rítmicamente. Nos acercamos con cautela y vimos un esqueleto humano esposado a una tubería. Debía ser la persona que manejaba el foco.

Escrito por Salva, Pedro Antonio, Rafa, Pablo, Loli, Jose Antonio, Amalia, Manuel Ángel, María Luisa y Raquel.



Comentarios

Entradas populares